Fueron 6 meses de
viaje (180 días de vuelta al Mundo), 30 países, más de 50 ciudades, 3 océanos, 4 continentes, 15.000 Km. en
Europa, 1.500 fotos. Cambio de hemisferio, cruce de la línea del Ecuador, viaje al
norte hasta
Noruega, un invierno pasado por alto. Desde McDonald’s a las cremaciones en
India y
Nepal, de los canales de
Venecia a los millones de
chinos, del río
Nilo al muro de
Berlín.
Me he dado varios gustos: CDs de música del Mundo, Gilberto Gil en
Turquía, cervezas de todo el planeta, hoteles 5 estrellas, moteles de pocas monedas, campamentos de montaña, 10 budas a 1 dólar, pañuelos de seda, artesanías en jade, remeras y relojes.
Pero algo que se rescata del viaje es el saber que uno no va a perder jamás la capacidad de asombro, ya que en cada rinconcito del Mundo (y también del
Uruguay) existe algo nuevo, algo raro, algo misterioso, algo bello, algo irrepetible, algo inimaginable. En cada lugar que he estado se nos han llenado los sentidos: parques hermosos, cascadas increíbles, comidas distintas, músicas nuevas, bosques y montañas llenas de verde.
Cada lugar tiene su toque particular, tiene su forma de ser, su originalidad, sus hermosuras, y muchas veces sus horrores. Así que a la clásica pregunta: "¿qué te gustó más?" no hay respuesta que realmente sea justa. Cómo decir que
Praga,
Bergeim o
Venecia son los "pueblitos" más bonitos y acogedores, o si el color turquesa de los ríos en las montañas de Interlaken en
Suiza es de no creer. Cómo animarse a decir que la prolija urbanización, orden y solidaridad de los países
nórdicos (
Suecia sobre todo), alemanes y belgas es más destacable que la alegría de
italianos y
españoles. Cómo podría hacer para dedicarle más tiempo a lo sorprendente que son los
norteamericanos o los
nepalíes, pasando por alto el hambre de la
India, las contradicciones de
China o el sorprendente éxito económico de
Singapur y
Hong Kong. No puedo hablar de las magníficas playas de
Hawaii si estuve además en las de
Thailandia,
Grecia,
España y
Francia. En serio que es difícil decidir si la cultura que encuentra en
París, puede superar a la que nace en cada pedacito de tierra de
Egipto o de cada calle de
Hungría o
Austria.
Si me preguntan donde iría a vivir, la respuesta es obvia:
Uruguay, paisito lindo, con mi gente, con el río ancho como mar, con las playas, con los montes, con los problemas que nos quedan por superar, y las muchas cosas por cambiar. Pero es cierto que
Inglaterra es confortable, que lo que queda del socialismo
sueco te puede ayudar, que
Brujas es para enamorarse, que
Nepal es un sueño, y que los
españoles y
tanos nos hacen sentir como en casa.
El viaje es un quiebre, un cambio (tremendo) en la vida, que significa quemar una etapa para encender otra(s). Vuelvo lleno de ganas, con ánimo y con nuevas experiencias de vida. "Tolerancia" es la palabra que más ha resonado en las cabezas de quienes viajamos. "Cambio" es lo que surge del alma de algunos al ver el Mundo, al reconocer carencias y virtudes en nuestro planeta. "Amor" es lo que se planta en el corazón como la gran bandera.
Esto es el viaje. Mucho más que miles de dólares en vuelos, alojamiento, paseos y transportes. Muchísimo más que souvenirs, recuerdos y regalos. Más aún que los lugares. La "gente" es lo que se destaca. La distancia también nos ayuda a no vernos tan "tercer mundistas" ni tan "solidarios y macanudos" como nos creemos.