7.10.98

De regreso a casa (URUGUAY)

Montevideo - Uruguay, 07/10/98

Me bajo del avión, y llego a otra ciudad. Otro destino más del viaje.

Desde el cielo, el aeropuerto parecía una pequeña casita, y al bajar del avión hay que subirse a un ómnibus para llegar al edificio de arribos. En la calle el transito es una locura, y los autos arrancan con el semáforo en amarillo. Los taxis no tienen el importe, sino una tarifa en fichas que se consulta en un listado. Los ómnibus en la ciudad se detienen para que el chofer baje a comprar cigarrillos. En las esquinas niños pobres hacen malabares pidiendo dinero a los que pasan.

Parece que llegamos otra vez al Tercer Mundo, la ciudad es vieja pero no tanto como en Europa. Los edificios son altos, pero no llegan a la altura de Nueva York. Todo parece moverse a un ritmo lento como en Asia, pero sin tanta gente, sin ojos rasgados y sin animales en la calle (salvo algunos perros, y carros tirados por caballos que juntan basura).

No es Katmandú, ni Varanasi. Tampoco es Beijing o Bangkok. Parece una ciudad europea, que mezcla estilos italianos, españoles, portugueses e ingleses. Tiene rambla pero no es Barcelona, interminables playas sin ser la Costa Azul. Territorio suavemente ondulado, sin las montañas suizas ni los ríos caudalosos de Interlaken.

Se destacan algunos edificios imponentes, como el Parlamento o un Palacio en pleno centro. También el casco antiguo de la ciudad, su vieja estación de trenes, y la moderna torre de telecomunicaciones. Plazas muy cuidadas, grandes parques arbolados y el sol tibio del atardecer sobre la costa.

Ya no cargo con la maquina fotográfica, ni el pasaporte. Repetiré esta misma cama varias noches. No necesito una guía ni un mapa. El idioma no es un problema, y dejé de ser un turista de paso.

Volví a casa, al dulce de leche, el asado, la rambla, los amigos, la familia. Volví a Montevideo.

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